CAYETANO LOPEZ MARTINEZ, desde
Madrid, (Universidad Autónoma) Al parecer, el Universo es plano. Tal es la sensacional
noticia que han dado los medios de comunicación en las pasadas semanas. Es
posible que a algunos les habrá venido a la mente el debate acerca de si la
Tierra es plana o no, un problema cuya solución estaba ya clara para los
filósofos de la Grecia clásica y que parece definitivamente zanjado hasta para
el más escéptico. La Tierra es redonda, y cualquier pretensión de "planitud"
sería tenida en nuestros días por delirio irresponsable o por deseo de llamar
la atención. Muchos han pensado, sin embargo, que lo que los científicos dicen
haber descubierto es que el Universo está como aplastado y ofrece a un
hipotético obsrvador externo una imagen parecida a la de una hoja de papel, un
disco o una tabla, objetos planos comunes en la vida cotidiana. Pero si los
científicos hubieran descubierto tal cosa no habría que tomarles demasiado en
serio porque la experiencia personal, directa y a través de las imágenes de la
exploración espacial, no parece compatible con un mundo sin espesor sobre el
que tendríamos que reptar para desplazarnos de un sitio a otro.
El problema, creo, está en el término "plano", que es el que
han utilizado los científicos, pero que no quiere decir, en este contexto,
exactamente lo mismo que en el lenguaje ordinario. Y me temo que muchos de los
que han transmitido la noticia, o se refieren a ella en los medios, tampoco
acaban de verlo muy claro y se limitan a mencionar titulares y textos
literalmente, con exquisito cuidado en no interpretar demasiado ni elaborar
sobre lo que el dichoso adjetivo pudiera significar.
Una superficie, que es un mundo en dos dimensiones, puede ser
plana, como una hoja de papel infinitamente grande, sin bordes, o puede ser
curva, como una esfera, que tamopoco tiene bordes, pero tiene un área finita.
Para nosotros, que vivimos en un espacio de tres dimensiones, es evidente la
diferencia entre una y otra, pero cabe preguntarse si a esa conclusión podrán
llegar tan fácilmente los hipotéticos organismos, aplastados como lenguados,
que habitaran en la superficie y no pudieran tener noticia del mundo
tridimensional en el que están embebidos. Pues bien, la respuesta es
afirmativa. Los seres bidimensionales podrían decidir si su Universo es plano
o curvo en base a experimentos hechos sin salir de él. Les bastaría comprobar
si se cumplen los postulados de la geometría de Euclides o sus consecuencias.
Así, podrían trazar líneas rectas, que serían las de menor longitud entre dos
puntos contenidas en su mundo,y ver si las paralelas se cortan alguna vez o no
se encuentran nunca; o si la suma de los ángulos de un triángulo es igual a
dos ángulos rectos, por ejemplo. Es evidente que los habitantes del plano
encontrarán que su mundo se ajusta exactamente a la geometría de Euclides,
pero los habitantes de la superficie esférica llegarán a una conclusión
diferente. Dos líneas "rectas" inicialmente paralelas se encontrarán tarde o
temprano en un punto, siendo ese punto uno de los polos en el caso de los
meridianos terrestres. Su geometría no es la Euclides y así podrían saber, sin
ayuda de ningún ser externo, que el espacio en el que viven es curvo. La
desviación de la geometría plana será tanto mayor cuanto más grandes sean las
dimensiones de las figuras que tracen en comparación con el radio de la
esfera, que es el parámetro que especifica su grado de curvatura. Así, las
líneas trazadas sobre la superficie terrestre parecen ajustarse exactamente a
la geometría "plana" si su longitud es mucho menor que el radio de la Tierra,
que es lo que sucede en la mayoría de las actividades humanas que requieren
medir distancias y lo que sirvió de inspiración a los geómetras griegos.
En el mundo en tres dimensiones en el que vivimos, es posible
definir la curvatura de una forma análoga al caso de las superficies, sólo que
ya no nos resulta intuitiva. La razón es que nosotros somos seres también con
tres dimensiones y vivimos dentro de este espacio. No podemos saltar a una
cuarta dimensión y contemplar "desde fuera" nuestro mundo como contemplamos
una superficie en el nuestro. Así que tenemos que recurrir a experimentos
internos para saber cuál es la geometría del Universo. Un experimento
hipotético sería lanzar dos rayos de luz paralelos, que se mueven según
"rectas" en el espacio, y comprobar si se encuentran alguna vez o permanecen
paralelos indefinidamente. Sabemos que los rayos de luz se curvan en las
cercanías de una masa, por ejemplo, cuando pasan cerca de una estrella, así
que para determinar la gometría global del espacio tendríamos que descontar
esas desviaciones locales. Si los rayos de luz siguen indefinidamente
paralelos, la geometría del Universo es euclídea o plana. En este contexto, el
término "plano" no se refiere a las características de una superficie, como
ocurre en el lenguaje coloquial, sino a las propiedades geométricas de un
espacio en tres dimensiones. Quizá el maestro Lázaro Carreter podría
apuntarnos con uno de sus dardos y sugerir algún témino que significara lo
mismo, pudiera usarse coloquialmente y no moviera a confusión.
Einstein demostró en 1915, en su teoría de la Relatividad
General, que la geometría está íntimamente relacionada con la cantidad de masa
y energía presente en el Universo. Y estaba convencido, además, de que no era
plano, sino que tenía que curvarse, como una superficie esférica se curva en
dos dimensiones, porque era lo único compatible con un Universo con masa y
energía en su interior y estático, es decir con propiedades globales
constantes en el tiempo, en el que creía firmemente. Pero en 1929, Edwin
Hubble descubrió que el Universo está en expansión, de forma que las
ecuaciones de Einstein eran compatibles ya con cualquier geometría,
dependiendo de la relación existente entre la velocidad de expansión y la
densidad de masa y energía.
Durante decenios se ha intentado medir los parámetros
cosmológicos que determinan la geometría del espacio sin llegar a una solución
definitiva. Hay teorías, todavía no confirmadas, como la inflación cósmica que
pudo tener lugar en los primeros instantes tras el Big Bang, que favorecen la
solución de un Universo plano, con geometría euclídea salvo perturbaciones
locales; pero no dejan de ser teorías. Lo importante es lo que dicen los
datos. Con la reciente puesta en funcionamiento de instrumentos de observación
muy potentes, entre ellos el telescopio espacial Hubble, se ha podido medir la
densidad global de materia y energía, incluyendo eso que llamamos materia
oscura, que no es más que materia que no vemos porque no emite ni refleja luz
con intensidad suficiente para que sea detectada, pero que se manifiesta a
través de su interacción gravitatoria con materia que sí vemos. Y el resultado
es que, combinando las mediciones sobre la materia existente y la velocidad de
expansión, la curvatura tendría que ser distinta de cero.
Nuestro Universo sería, pues, curvo, se expandiría
indefinidamente y dos rayos de luz inicialmente paralelos divergerían. Pero
hace dos años se detectó un efecto extraordinario: contra todas las
expectativas, la expansión cósmica parece acelerarse en lugar de frenarse,
como sería natural debido a la atracción gravitatoria de la materia presente
en el Universo. Este dato parece derivarse de una propiedad básica del espacio
cuyos efectos se manifiestan a través de un término, llamado constante
cosmológica, introducido por Einstein para poder describir con sus ecuaciones
el Universo estático en el que creía, pero desechado después, por innecesario,
al descubrirse que estaba en expansión. Si se tiene en cuenta de nuevo la
constante cosmológica, sugerida por la aceleración con que se alejan unas
galaxias de otras, y se incorporan todos los datos experimentales disponibles,
entonces la curvatura del espacio resulta ser compatible con cero, es decir,
con la "planitud". Esa misteriosa energía contenida en el espacio vacío y
representada por la constante cosmológica se añade a la materia y energía
"ordinarias" para compensar, con bastante exactitud, el efecto de la expansión
sobre la geometría.
Las observaciones más recientes, que están en la raíz de las
noticias de los periódicos, han sido realizadas con ayuda de globos
aerostáticos que suben telescopios a la alta atmósfera para aumentar su
precisión. En el primero de los experimentos, llamado Boomerang, el globo
transportó a unos 40 kilómetros de altura sobre la Antártida un telescopio
sensible a las microondas, que es radiación electromagnética menos energética
que la luz visible. El motivo de esta elección es que la componente principal
de la radiación cosmológica de fondo que baña todo el Universo, y que es una
reliquia de los primeros tiempos tras el Big Bang, se sitúa en el rango de
frecuencias de las microondas. Ahora bien, en los detalles de esa radiación
fósil está impresa la historia temprana y las propiedades más básicas del
Universo, y los resultados de la observación parecen confirmar los modelos que
implican una geometría del Universo euclídea.
Nadie tema, pues, verse obligado a elegir entre la idea de
que los científicos han enloquecido repentinamente y afirman cosas a todas
luces inciertas, o bien que llevan razón y estamos abocados a la incomodidad
de vivir sobre una superficie plana sin poder elevarnos ni elevar la vista
sobre ellas. Nuestro universo es plano, sí, pero notablemente ancho en las
tres dimensiones del espacio. ________________________________________________
mayo, 2000
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