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Subjetivismo

El subjetivismo, tal y como indica su nombre, limita la validez de la verdad al propio sujeto que conoce y juzga. Es decir, sitúa en el hombre el poder de establecer lo que es verdadero o falso y, en consecuencia, lo que es bueno o malo. En realidad, el subjetivismo es una vieja tesis que comparten muchos de nuestros contemporáneos. En el fondo se presupone que no podemos conocer las cosas tal como son y se reduce la verdad a lo que a uno le parece que es o que no es. El subjetivista se constituye a sí mismo en fundador de la verdad, en norma y medida de todas las cosas. En definitiva, es el hacer de cada individuo humano la medida de la verdad.

El subjetivismo propone el reconocimiento, por parte de todos los hombres, del principio de que cada uno se quede con "su" verdad pero que, al mismo tiempo, tenga conciencia de que también el otro tiene su verdad (que acaso sea la auténtica). O sea, para los subjetivistas, yo tengo "mi" verdad, tú tienes "tu" verdad y el otro tiene "su" verdad; y todas son igualmente válidas. Si analizamos un poco más detenidamente esta postura, comprobamos que implica algunos importantes problemas:

En primer lugar, el subjetivismo conlleva la incomunicabilidad, ya que no existe posibilidad de entendimiento, comunicación o diálogo, ante contenidos meramente subjetivos. Precisamente, lo que hace posible la comunicación o diálogo entre las personas es la existencia de unos contenidos reales, objetivos, cuya realidad no depende de los sujetos. En segundo lugar, el subjetivismo también es incompatible con la ciencia. Si todo conocimiento fuera de valor meramente subjetivo -es decir, válido tan sólo para un sujeto o determinado grupo de ellos- entonces habría que descalificar toda ciencia, ya que no existe ninguna ciencia que no pretenda hablar de lo que las cosas son en sí mismas y que no busque conocimientos válidos universalmente. El científico pretende hallar leyes reconocibles no sólo por él mismo, sino por todos. El tercer y último problema es que, en la práctica, las tesis del subjetivismo llevarían al caos social. De hecho, no habría modo de fundamentar unos derechos que protegieran a las personas del capricho ajeno. No es posible una tolerancia ni una justicia sustentadas en el subjetivismo. Para que las leyes sean justas, han de ser leyes verdaderas; es decir, expresión de un auténtico deber ser. Pero el subjetivismo, al pretender que cada uno no puede hacer más que tener "su" verdad, está pretendiendo que cada uno tenga su norma, su ley.

Protágoras enunció una frase que se ha hecho célebre:

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