Ruta 10 - Etapa 4 - Parada 2
Pero, ¿qué tiene que ver el cuerpo contigo?

¿Eres sólo un conjunto de huesos, músculos, tendones, vasos sanguíneos, vísceras y piel? ¿No te captas como todo eso y algo más?

Fíjate cómo te expresas: no hablas del cuerpo como una cosa; tu cuerpo se te da como personalizado, como vivido, en cierto modo tu cuerpo se da como tú y tú como tu cuerpo.

Esta experiencia -fenomenológica la llamamos los filósofos- de tu cuerpo evidentemente es sugerente, además te ilumina, te hace presentir que en cierto modo no eres sólo un ser biológico sino que estás más allá de lo biológico, eres transbiológico.

Tu cuerpo se te da como expresión de tu intimidad. Tu rostro, tus ojos, tus manos, tus labios -que te sirven para besar y para decir: ¡te quiero!-... ¿no se te dan como expresión de tu intimidad, de tu yo? ¿No te percibes de alguna forma en ellos? No son tus labios los que besan, ni tus ojos los que brillan de amor. Eres jul el que besas, tú el que amas.

Pero tu cuerpo también es tu exterioridad. Tu cuerpo eres tú en el mundo. ¿Cómo podrías acceder a los otros sin cuerpo? ¿Cómo podrían acceder ellos a ti? El cuerpo es tu presencia cercana al otro, tu presencia cercana al mundo. Tu cuerpo eres tú encarnado en la realidad del mundo.

Y por esta tu presencia corporal humanizas el mundo. ¿Podría haber arte, literatura, filosofía, ciencia ... sin cuerpo? ¿Podríamos hablar de cultura? Es evidente que todo esto se da gracias al cuerpo, al tuyo, al mío. La experiencia fenomenológica del cuerpo nos muestra de alguna forma que somos intimidad exteriorizada, mente incorporada.

Aquí tienes las tres posturas que han defendido los filósofos:

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