¿Qué es la Filosofía Contemporánea?
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MILL, J. S. Autobiografía, cap. 3

“En el invierno de 1822-23 formé el plan de organizar una pequeña Sociedad, compuesta de jóvenes coincidentes en los principios fundamentales, que reconocieron la Utilidad como su ideal en ética y política y cierto numero de los principales corolarios sacados de ella en la filosofía que yo había aceptado, y que se reuniera una vez cada quince días para leer los ensayos y discutir cuestiones conforme a las premisas acordadas. No valía la pena de mencionar el hecho más que por la circunstancia de que el nombre que di a la sociedad proyectada fue el de Sociedad Utilitaria, y era la primera vez que alguien había usado el título utilitario, término que hizo su camino en el idioma desde tan humilde origen. No inventé la palabra; la encontré en una de las novelas de Galt, Annals of the Parish , en que se presenta al clérigo escocés, del que es supuesta autobiografía, aconsejando a sus feligreses que no abandonen el Evangelio y no se hagan utilitarios. Con la afición de un chico a un nombre y una bandera, cogí la palabra y durante algunos años me llamé así y llamé así a los demás, como un apelativo sectario usado circunstancialmente por otros que sustentaban las opiniones que con él se trataba de designar. Conforme estas opiniones lograron más popularidad, el término fue repetido por los extraños y los contradictores, y alcanzó el uso común precisamente en el momento en que sus adeptos originarios abandonaban esa y otras características sectarias.

MILL, J. S. Un sistema de lógica, l. III

“La inducción es aquella operación de la mente con la que inferimos que lo que sabemos que es verdad en uno o varios casos individuales, será verdad en todos los casos que se asemejen a los primeros, en ciertos aspectos determinables. En otras palabras, la inducción es el proceso mediante el cual concluimos que lo que es verdadero de ciertos individuos de una clase, también lo es de toda la clase, o que lo que es verdadero en determinados momentos, será verdadero, en circunstancias similares, en todo momento”.

MILL, J. S. Autobiografía, cap. 5

“... durante las últimas recaídas en mi desaliento, la doctrina de lo que se llama Necesidad filosófica pesaba sobre mi existencia como un íncubo. Sentía como si estuviera científicamente probado que yo era el esclavo indefenso de las circunstancias precedentes, con si mi carácter, y el de todos los demás, se hubieran formado para nosotros por agentes extraños a nuestra intervención y estuviera completamente fuera de nuestro propio poder. Frecuentemente me decía a mí mismo: ¡qué alivio sentiría si pudiera dejar de creer en la doctrina de la formación del carácter por las circunstancias!; y recordando el deseo de Fox respecto a la doctrina de la resistencia a los Gobiernos, que nunca debe ser olvidada por los reyes ni recordada por los súbditos, decía yo que sería una bendición si creyeran todos en la doctrina de la necesidad quoad los caracteres de los demás y no creyeran en ella en cuanto al propio. Reflexioné dolorosamente sobre el asunto hasta que gradualmente vi luz en él. Me di cuenta de que la palabra Necesidad, como nombre para la doctrina de Causa y Efecto, aplicado a la acción humana, llevaba en sí una asociación perturbadora, y que esta asociación era la fuerza causante de la influencia deprimente y paralizadora que yo había experimentado. Vi que, aunque nuestro carácter está formado por las circunstancias, nuestros propios deseos pueden hacer mucho para trazar esas circunstancias, y que lo realmente inspirado y ennoblecedor en la doctrina del libre arbitrio es la convicción de que tenemos un poder efectivo en la formación de nuestro propio carácter; que nuestra voluntad, influenciando nuestras propias circunstancias, puede modificar nuestros actos futuros o nuestras capacidades volitivas. Todo esto se conformaba por completo con la doctrina de las circunstancias, o más bien era la doctrina misma propiamente comprendida. Desde entonces establecí en mi propio espíritu una distinción clara entre la doctrina de las circunstancias y el fatalismo, descartando a la vez la palabra perturbadora: Necesidad. La teoría, que por primera vez interpreté ahora rectamente, cesó, desde luego, de ser desalentadora, y además del alivio producido en mi ánimo, deje de sufrir la pesadumbre –tan grave para el que desea ser un reformador de ideas- de tener una doctrina por verdadera y su contraria por moralmente buena. Parecióme a mí años después que la disciplina mental que me había librado de este dilema era adecuada para prestar ese mismo servicio a otros, y ahora constituye en capítulo sobre ‘Libertad y Necesidad' en el último libro de mi System of Logic ”.

MILL, J. S. Un sistema de lógica, l. VI

“Sabemos que en el caso de nuestras voliciones no existe esa misteriosa coacción. Sabemos que no nos vemos empujados, como por un mágico encantamiento, a obedecer a un motivo particular. Si deseamos dar prueba de que tenemos la fuerza suficiente para resistir a dicho motivo, sentimos que podemos lograrlo (tal deseo, resulta casi innecesario el mencionarlo, es un nuevo antecedente); y sería humillante para nuestro orgullo y, aún más importante, paralizaría nuestro deseo de perfección el pensar de otro modo”.

MILL, J. S. El utilitarismo, cap. 2

“El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad, o el Principio de la mayor Felicidad, mantiene que las acciones son correctas (right) en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas (wrong) en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de placer”.

MILL, J. S. El utilitarismo, cap. 2

“Debe admitirse, sin embargo, que los utilitaristas, en general, han basado la superioridad de los placeres mentales sobre los corporales, principalmente en la mayor persistencia, seguridad, menor costo, etc. De los primeros, es decir, en sus ventajas circunstanciales más que en su naturaleza intrínseca. En todos estos puntos los utilitaristas han demostrado satisfactoriamente lo que defendían, pero bien podrían haber adoptado otra formulación más elevada, por así decirlo, con total consistencia. Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho de que algunos tipos de placer son más deseables y valiosos que otros. Sería absurdo que mientras al examinar todas las demás cosas se tiene en cuenta la calidad además de la cantidad, la estimación de los placeres se supusiese que dependía tan sólo de la cantidad”.

MILL, J. S. El utilitarismo, cap. 2

“Conforme al Principio de la Mayor Felicidad, tal como se explicó anteriormente, el fin último, con relación al cual y por el cual todas las demás cosas son deseables (ya estemos considerando nuestro propio bien o el de los demás) es una existencia libre, en la medida de lo posible, de dolor y tan rica como sea posible en goces, tanto por lo que respecta a la cantidad como a la calidad, constituyendo el criterio de la calidad y la regla para compararla con la cantidad, la preferencia experimentada por aquellos que, en sus oportunidades de experiencia (a lo que debe añadirse su hábito de auto-reflexión y auto-observación), están mejor dotados de los medios que permiten la comparación. Puesto que dicho criterio es, de acuerdo con la opinión utilitarista, el fin de la acción humana, también constituye necesariamente el criterio de la moralidad, que puede definirse, por consiguiente, como ‘las reglas y preceptos de la conducta humana’ mediante la observación de los cuales podrá asegurarse una existencia tal como se ha descrito, en la mayor medida posible, a todos los hombres. Y no sólo a ellos, sino, en tanto en cuanto la naturaleza de las cosas lo permita, a las criaturas sentientes en su totalidad”.

MILL, J. S. Sobre la libertad, 3

“Entre las obras del hombre, en cuyo perfeccionamiento y embellecimiento se emplea legítimamente la vida humana, la primera en importancia es, seguramente, el hombre mismo. Suponiendo que fuera posible construir casas, hacer crecer el trigo, ganar batallas, defender causas y hasta erigir templos y decir oraciones mecánicamente –por autómatas en forma humana-, sería una pérdida considerable cambiar por estos autómatas los mismos hombres y mujeres que habitan actualmente las partes más civilizadas del mundo y que seguramente son tipos depauperados de lo que la naturaleza puede producir y producirá algún día. La naturaleza humana no es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que le sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva”.

MILL, J. S. Sobre la libertad, 4

“Aunque la sociedad no esté fundada sobre un contrato y aunque nada bueno se consiga inventando un contrato a fin de deducir obligaciones sociales de él, todo el que recibe la protección de la sociedad debe una compensación por este beneficio; y el hecho de vivir en sociedad hace indispensable que cada uno se obligue a observar una cierta línea de conducta para con los demás. Esta conducta consiste, primero, en no perjudicar los intereses de otro; o más bien ciertos intereses, los cuales, por expresa declaración legal o por tácito entendimiento, deben ser considerados como derechos; y, segundo, en tomar cada uno su parte (fijada según un principio de equidad) en los trabajos y sacrificios necesarios para defender la sociedad o sus miembros de todo daño o vejación. Justificadamente la sociedad impone a toda costa estas condiciones a aquellos que traten de eludir su cumplimiento, sin que con esto se agote todo lo que la sociedad puede hacer”.

MILL, J. S. La utilidad de la religión

“No sólo me parece posible, sino probable, que en una condición más elevada y feliz de la vida humana, no sea la aniquilación, sino la inmortalidad, la idea que llegue a resultar insoportable; y que la naturaleza humana, aunque le agrade el presente y no esté deseando dejarlo, encuentre consuelo, y no tristeza, en el pensamiento de que no está eternamente encadenada a una existencia consciente que dudosamente quisiera conservar para siempre”.

 

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