II. PLATÓN
Platón es conocido en el ámbito filosófico por su teoría de las ideas o de las formas. Su filosofía constituye una apuesta por comprender la totalidad de la realidad, que abarca absolutamente todos los problemas de la filosofía e intenta darles una respuesta.
Fiel discípulo de Sócrates, Platón utiliza su método mayéutico como instrumento necesario de toda reflexión filosófica. Así en sus obras escritas dio lugar a un nuevo género literario, el diálogo, en el que se recrea la mayeútica socrática.
Platón parte de una idea clara: la realidad no es un caos sino un orden (cosmos). Este orden se manifiesta de forma plena en el cosmos inteligible, de forma participada en el cosmos sensible (que, en lo que tiene de ordenado, de real, es copia del mundo inteligible) y en el cosmos ético-político (fundado por el hombre desde su desordenada situación en el mundo sensible como medio para retornar al cosmos inteligible del que procede).
Al igual que en su momento pretendieron los presocráticos, Platón intenta solucionar el problema del fundamento (arkhé) de la physis (o naturaleza), y afirma que este mundo material o mundo sensible es copia (participación) del auténtico mundo, inmutable y pleno de realidad, que es el mundo inteligible o mundo de las Ideas. Las Ideas (o Formas separadas) constituyen la auténtica realidad. Con su solución pretende también solucionar el problema del movimiento, conciliando las posturas heraclíteas y parmenídeas. Así, el mundo sensible estaría sometido al cambio, al movimiento, a la generación y corrupción; mientras que el mundo de las ideas es inmutable. De ahí que la ciencia (o episteme), en cuanto que es un conocimiento universal y necesario, únicamente puede versar sobre las Ideas por su carácter fijo e inmutable. Conviene tener muy presente que, para Platón, el problema gnoseológico (o del conocimiento) es dependiente del problema ontológico (o metafísico).
Es decir, para nuestro filósofo, a cada nivel de realidad le corresponde un determinado grado de inteligibilidad o conocimiento. Así, mientras que la ciencia o episteme corresponde al mundo de las Ideas (tal y como señalábamos), del mundo sensible el único conocimiento que podemos obtener es un conocimiento inseguro: la opinión o doxa. No obstante, también debemos tener en cuenta que dentro de ambos niveles de conocimiento distingue entre diferentes grados.
La antropología platónica es dualista: concibe al hombre como la unión accidental de cuerpo y alma. Esencialmente, el hombre es alma: ser inteligible (afín y similar al ser de las ideas pero no idéntico) e inmortal, unido circunstancialmente a un cuerpo material en el que se encuentra encarcelado, encerrado, y del que debe liberarse para regresar al mundo inteligible del que procede.
Junto con la anámnesis o teoría que afirma que "conocer es recordar", Platón adopta la teoría órfica acerca de la metempsicosis o transmigración de las almas (reencarnacionismo). Por consiguiente, el hombre debe recordar (anamnesis) en su prisión sensible y ascender por el camino de la verdad. Propone tres caminos de ascenso a la verdad, que no son excluyentes, sino complementarios: la dialéctica (vía lógica o intelectiva), el impulso erótico (vía alógica, pero no irracional) y la catarsis (o purificación, que es la vía moral).
Para Platón, como para todo ateniense de su época el sujeto moral es sujeto político. Es decir, ser hombre es ser ciudadano (politai) ya que la vida del hombre es inseparable de la polis (ciudad) y de sus leyes. En este sentido, debemos tener muy presente la inquietud política que impulsó y acompañó a Platón durante toda su vida y que es claramente expresada en su autobiográfica Carta VII.
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