Una importante característica de la cultura es su carácter progresivo, es decir, que siempre puede ir a más. Ciertamente, la cultura progresa continuamente ya que el conocimiento es acumulativo y podemos transmitir en pocos años todo aquello que la humanidad ha tardado siglos en descubrir. Sin embargo, debemos ser prudentes en dicha afirmación ya que, aunque la ciencia y la técnica puedan progresar siempre, lo cierto es que no podemos garantizar que necesariamente siempre sea así (Recuerda los contenidos de la unidad 2 relativos a los límites y problemas epistemológicos del saber científico). Por otra parte, tampoco debemos olvidar que no todo progreso tecnológico implica siempre un progreso humano verdadero. La técnica ha de estar dirigida por la ética, porque si el progreso se opone al hombre, entonces ya no supone un progreso, sino un retroceso. Hoy en día el "mito del progreso" ya no es valorado con la misma mirada ingenua de la modernidad, pues también somos conscientes de sus peligros: el peligro físico que supone la posibilidad, cada vez mayor, de destrucción del hombre y de la naturaleza por la propia técnica (armas nucleares y biológicas, destrucción de la capa de ozono,...); y el peligro moral que supone subordinar o sacrificar la dignidad humana en pro de la eficacia tecnológica y productiva.