Ruta 7 - Etapa 3 - Parada 3
Sobre la existencia de Dios

La primera cuestión que la teología natural debe solventar es justamente la cuestión de la existencia de Dios. En las ciencias particulares no se cuestiona la existencia del objeto; esto es algo que ya Kant advirtió en su obra precrítica El único argumento posible para una demostración de la existencia de Dios (1763). La existencia de tales objetos es evidente: no es necesario demostrarlos. Pero en el caso del objeto de la teodicea (Dios como primera causa del ente finito) no aparece la evidencia directa e inmediata, lo cual lleva consigo la necesidad de la demostración. Por consiguiente, el problema de la inevidencia del Absoluto equivale al problema de la necesidad de su demostración.

No obstante, debemos señalar que existe una corriente de pensamiento, denominada "Ontologismo", que considera que la existencia de Dios es evidente y que, por tanto, es innecesaria una demostración. Esta postura filosófica, cuyos más importantes representantes han sido Malebranche, Gioberti y Rosmini, considera que Dios es la intuición a priori de nuestro conocimiento y que esta visión inmediata de Dios condiciona la posibilidad de cualquier otro conocimiento humano. Ahora bien, frente a esta postura constatamos que el fenómeno del ateísmo demuestra por sí mismo la inevidencia de Dios, ya que si Dios fuera naturalmente evidente no podría haber hombres que negaran su existencia. Tomás de Aquino resolverá esta cuestión estableciendo una distinción: la proposición "Dios es" es evidente en sí misma (quoad se) ya que el predicado está contenido en el sujeto, pero no es evidente para nosotros (quoad nos) porque desconocemos la naturaleza o esencia divina.

Así pues, la existencia de Dios no es evidente y, precisamente por ello, es necesaria una demostración de dicha existencia. Ahora bien, la necesidad de demostrar la existencia de Dios no conlleva necesariamente su posibilidad, pues podría suponerse que para la afirmación de dicha existencia sería necesaria algún tipo de prueba que la razón humana no tuviese la capacidad de realizar. La negación de la posibilidad de demostrar metafísicamente la existencia de Dios recibe el nombre de agnosticismo. En rigor, el agnosticismo no es lo mismo que el ateísmo. El agnóstico no niega, en principio, la existencia de Dios, como hace el ateo; lo que rechaza el agnóstico es la capacidad del hombre para probar argumentativa o racionalmente dicha existencia. Por tanto, no siendo Dios objeto de conocimiento, para el agnosticismo no es válida la Teología natural. De hecho, la postura fideísta que comentamos con anterioridad es un tipo de agnosticismo. Por su parte, es ateo quien afirma la no-existencia de Dios. En líneas generales, el ateísmo puede ser práctico o teórico. Hay un ateísmo práctico en quien -sin elaboraciones teóricas- se comporta como si Dios no existiese; mientras que el ateísmo teórico es el de quienes niegan la existencia de Dios como conclusión de un proceso intelectual.

En lo que se refiere a las pruebas o demostraciones racionales de la existencia de Dios debemos destacar el argumento ontológico de San Anselmo (como prueba a priori o, más exactamente, a simultaneo) y las cinco vías de Santo Tomás de Aquino (como prueba a posteriori o que parte de la experiencia). Esquemáticamente, el razonamiento anselmiano da los siguientes pasos: 1º Dios es el ser perfectísimo. 2º Todo el mundo concibe a Dios como el ser perfectísimo. 3º La existencia es una perfección. 4º Luego el solo concepto de Dios lleva consigo admitir su existencia real. Por su parte, las cinco vías expuestas por Tomás de Aquino tienen una estructura parecida, pues en todas ellas hay cuatro elementos que se repiten y señalan su esquema: 1º El punto de partida (que es siempre un dato o hecho de experiencia considerado metafísicamente). 2º La aplicación de la causalidad al punto de partida. 3º La imposibilidad de proceder al infinito en la serie de las causas. 4º El término final: necesidad de la existencia de Dios (se concluye su existencia bajo una formalidad concreta).

A lo largo de la Historia del pensamiento occidental ha habido otras demostraciones de la existencia de Dios, aunque quizás sea más acertado calificarlas como pruebas o hechos que apuntan o señalan la existencia de Dios: la prueba de las verdades eternas, la prueba por la conciencia de la ley moral natural, la prueba por el deseo natural de felicidad y la prueba por el consentimiento universal.

Finalmente, antes de concluir este apartado, conviene tener presente que las demostraciones apelan a nuestra inteligencia o razón. Ciertamente, una dimensión fundamental del hombre es la dimensión cognoscitiva (en la que se sitúa el conocimiento intelectual), pero el hombre también posee una dimensión tendencial (que incluye la facultad de la voluntad) y una dimensión afectiva (constituida por los sentimientos y emociones). Los argumentos racionales o demostraciones acerca de la existencia de Dios pueden convencer a nuestra razón pero, por sí mismos, no mueven necesariamente nuestra voluntad. La aceptación o rechazo de Dios es, propiamente, un acto de la voluntad que puede estar o no influenciada por la afectividad. En definitiva, no es sólo la razón, sino la persona, toda la persona, quien acepta o rechaza la existencia de Dios.

Relaciona el "punto de partida" de cada una de las cinco vías tomistas con su respectivo "término final".

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