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Comentario

La experiencia y el paso del tiempo también nos han enseñado que no siempre es fácil hacerse con la verdad de "todas" las cosas; que muchas veces tenemos que conformarnos con verdades parciales; y que en otras muchas ocasiones hemos caído en errores, bien porque nos habíamos precipitado en el juicio, o no habíamos inspeccionado bien el objeto, o porque quizás esa realidad que deseábamos conocer excedía, sobrepasaba, nuestra capacidad de comprensión.

El hombre normal, el hombre corriente que utiliza el sentido común, ante la experiencia del error se hace precavido, se hace prudente en sus juicios, pero no pierde el íntimo convencimiento de que es capaz de conocer con verdad. Es decir, no desespera de su facultad de entender, ni tampoco niega la verdad que hay en las cosas. No se repliega sobre sí mismo diciendo que él ya tiene "su" verdad y que no necesita mirar al mundo para saber cómo es; ni afirma que las cosas son siempre como él las piensa y punto. Hacer eso sería el suicidio de la razón pero, no es menos cierto que es una actitud bastante frecuente hoy en día, quizás porque es cómoda que obliga a nada o a muy poco.

A pesar de lo ya comentado, quizás dudes y te estés planteando si no sería posible que todos nuestros conocimientos fuesen un error, es decir, que siempre nos equivocásemos en nuestros juicios. Pues bien, míralo de este modo: si eso fuese así, si todos nuestros juicios fuesen siempre erróneos, entonces tú no podrías estar planteándote ahora mismo esta cuestión ya que no tendrías experiencia del error como tal. Precisamente puedes plantearte esta hipótesis porque tienes experiencia del error, y la tienes por el contraste que supone su comparación con otras experiencias que también tienes: las del conocimiento verdadero o que se corresponde a la realidad.

 

 

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La experiencia del error