Comentario

Veamos un ejemplo que nos puede ayudar a entender la división y relación entre las diferentes disciplinas filosóficas. Sobre la base de que el objeto de la filosofía es esencialmente la búsqueda y encuentro de la verdad, y que la verdad es la adecuación de un juicio con la realidad, imaginemos que la pretensión de la filosofía es construir el edificio del saber: un magnífico edificio cuyos ladrillos no son de arcilla, es decir, no son materiales, sino mentales, ya que nuestros ladrillos particulares serán los conceptos. Unos conceptos que uniremos entre sí adecuadamente gracias a la lógica que será, siguiendo la analogía, el cemento. En toda edificación debe seguirse un plano, pero en nuestro caso no tenemos exactamente un plano, sino un modelo construido por un genial y misterioso Arquitecto a quien, en principio, no conocemos. Ese modelo es la propia realidad, cuyos elementos reales nosotros deberemos intentar conocer con nuestros sentidos y con nuestra razón para que nuestra copia mental sea lo más precisa o ajustada posible. Sin embargo, a medida que analizamos ese modelo real vamos descubriendo el plano al que obedece, vamos descubriendo las líneas generales que trazó el Arquitecto y, no sólo eso, sino que además vamos conociendo poco a poco al propio Arquitecto, ya que todo autor deja siempre una huella personal en su obra.

Pero, antes de iniciar cualquier edificación se necesita un permiso de obras, y esa sería la función de la Teoría del Conocimiento: garantizar la obtención del permiso de obras. ¿Cómo lo hará?. Pues, teniendo en cuenta y supervisando diversos factores: la calidad del terreno en el que se pretende construir, que no haya corrientes de agua subterráneas, por ejemplo, o una base arenosa (es decir, eliminando prejuicios y puntos de partida previos que imposibiliten una sincera búsqueda de la verdad), limitando la altura del edificio a levantar (o sea, comprobando que nuestra pretensión de conocimiento no excede las limitaciones y finitud de nuestra propia capacidad racional humana), o bien controlando la calidad de los diferentes materiales de construcción (o dicho de otro modo, que nuestros conceptos se correspondan o ajusten a la realidad).

Una vez conseguida la licencia de obras, empieza la tarea más importante, que es la edificación de los propios cimientos. Es la tarea más ardua y difícil porque no sólo supone construir con materiales tremendamente pesados como el hormigón y el hierro, sino que además implica una previa labor de excavación que puede llegar a ser tan profunda como la propia altura del edificio. Sin embargo, es una labor que puede pasar injustamente desapercibida, ya que los cimientos no se ven en la superficie. Pero de la profundidad, diseño y firmeza de los cimientos depende la seguridad, fortaleza y trazado del resto de la edificación. Son, por decirlo así, su garantía. En nuestro edificio particular, los cimientos corresponden a la Metafísica, que en su indagar busca las causas últimas absolutas o más profundas de la realidad, y es la base o fundamento que determina el desarrollo de las restantes disciplinas filosóficas. Así, la filosofía de la naturaleza, la antropología y la ética, serían las tres sucesivas plantas de este edificio. Un edificio, repleto de amplios ventanales que le ponen en constante contacto con esa realidad que pretende reproducir en el nivel mental. Y también posee multitud de puertas que conectan las diferentes estancias de una misma planta, y un sinfín de escaleras que relacionan todos los niveles de la edificación, desde los cimientos hasta el ático.

Lee el texto y reflexiona sobre el mismo.
Ruta 1 - Etapa 1- Parada 6
El edificio del saber